Seguimos confiando hasta que no confiamos más. A veces se trata de resiliencia, de vez en cuando es ingenuo, y muchas veces un sentimiento de esperanza de que las cosas saldrán bien, una pequeña expectativa de que las cosas cambiarán.
¿Recuerdas esos payasos inflables de bolsas de rebote? Son golpeados, golpeados y siempre se recuperan.
Pero no somos payasos ni bolsas de rebote. Llega un momento en que desarrollamos conciencia y dejamos ir la confianza incondicional. Nos volvemos más sensibles a nuestras propias necesidades, comenzamos a ser amables con nosotros mismos, protegiéndonos de daños no deseados o evitables.
Hemos aprendido de la manera más difícil posible, a través de la experiencia o el condicionamiento. Así es como desarrollamos mecanismos de defensa y expandimos la intuición. Lamentablemente, el sufrimiento no es opcional; le sucede a todos los seres humanos. En muchos contextos, historias de vida, viajes individuales. La confianza y el engaño son lados diferentes de la misma moneda.
Si pudieras evitar que la gente se lastimara o muriera, ¿lo harías?
¿Por qué me siento seguro escondiéndome de todos cuando estoy emocionalmente herido?
¿Por qué a mi abuela no le importa si me tropiezo y me lastimo?
¿Por qué algunas enfermeras son tan gruñonas? Veo muchos que parecen odiar su trabajo.
¿Por qué las personas narcisistas creen que nunca están equivocadas sin importar cuánto te lastimen?