Tenemos un cuello porque descendimos de antepasados que tenían cuello y heredamos un cuello de ellos.
Los primeros vertebrados con cuello fueron los primeros tetrápodos, y todos los tetrápodos posteriores heredaron los cuellos de estos antepasados.
El cuello resultó ventajoso para estas criaturas de extremidades tempranas que vivían en aguas poco profundas y en entornos costeros porque les permitía mover sus cabezas y orientar sus sentidos y mandíbulas en direcciones distintas al eje al que se enfrentaba su cuerpo.
Hubo la posibilidad de evolucionar cuellos porque la contingencia de su ascendencia lo hizo posible. Habían heredado un plan corporal basado en una columna vertebral segmentada que permitía que una sección del esqueleto detrás de la cabeza evolucionara para ser más flexible, y su secuencia de desarrollo embrionario permitió que los segmentos del arco braquial se reutilizaran para convertirse en cultivos de tejidos blandos del cuello. También desarrollaron pulmones, lo que les permitió reducir las agallas, que era lo que las estructuras del arco braquial anteriormente se convirtieron, liberando algunos de los segmentos de branquias anteriores para evolucionar y convertirse en otra cosa.