Sí lo es.
Una vez tuve un trabajo en relaciones públicas, donde era un director de relaciones comunitarias encargado de operar como enlace entre la organización para la que trabajaba y el público. En esta capacidad, tuve que asistir a reuniones sociales públicas y privadas para interactuar con los asistentes en nombre de mi empleador. Siendo un introvertido, este fue el único componente en la descripción de mi trabajo que era aterrador y paralizante. Sentí el disgusto de tener que vagar por ahí presentándome a completos extraños.
No hace falta decir que empecé a sudar, me dieron temblores, casi tuve convulsiones y quería encontrar un lugar donde acurrucarme en posición fetal y esconderme hasta que alguien viniera a llevarme a mi lugar feliz.
Tan indeseable como son las cosas que has descrito aquí, son, de hecho, perfectamente normales.