No es una paradoja, no hay contradicción lógica, pero es recursiva y está sujeta a límites frustrantes.
Cuando buscamos entender algo, generalmente buscamos un marco o modelo que nos permita predecir los comportamientos de esa cosa. En este sentido, nuestros cerebros son dispositivos para comprender el mundo externo y nuestros mundos internos. En otras palabras, nuestros cerebros simulan continuamente el mundo externo y nuestros propios estados internos. De la misma manera, una simulación por computadora de un huracán no te mojará (y aún es útil), una simulación mental del mundo externo en no el mundo en sí (y sigue siendo útil).
Este mismo proceso se aplica a nuestros mundos internos: un aspecto de la autoconciencia es esta simulación de nuestras propias actividades mentales, tanto conscientes como inconscientes. La neurociencia, la psicología, la filosofía y la religión proporcionan marcos para la comprensión del yo. Si has pensado: “Estoy realmente cansado, y lo he estado haciendo durante un tiempo sin darte cuenta”, has experimentado la creación de una simulación de tu estado interno y esa simulación entra en tu conciencia. Tu cerebro acaba de “entenderse” a sí mismo, incluso si no tienes idea de lo “cansado” que funciona.
Desafortunadamente, existen limitaciones fundamentales para lo que cualquier sistema puede saber sobre sí mismo. Piénselo de esta manera: todos los sistemas tienen un límite para su potencia de procesamiento: están limitados en los tipos de cálculos que pueden realizar. Para que un sistema se entienda completamente a sí mismo, tiene que simularse exactamente, es decir, tiene que ser él mismo. Lamentablemente, esta simulación no se puede contener dentro del sistema. ¿El resultado? Un cerebro puede entender un cerebro, pero solo hasta cierto punto. En conjunto, nuestros cerebros pueden comprender un cerebro, sin embargo, y pueden construir dispositivos que simulen completamente un cerebro.