Los retrovirus endógenos humanos (HERV) en el sentido más cercano de la definición (es decir, ningún otro elemento capaz de retro-transposición como SINES o LINES) constituyen entre 1 y 8% del genoma humano, dependiendo de la estimación. Si quieres llamar a eso corrupción depende de la perspectiva. Ellos constituyen grandes porciones de nuestro genoma. La mayoría de esos provirus están inactivos y mutados más allá de la funcionalidad. Las excepciones son principalmente algunos genomas de HERV-K, Syncytin-1 (que es un gen de envuelta HERV-W que secuestramos del virus y que ahora se puede considerar uno de nuestros propios genes) y Syncytin-2 (también asumido). Algunos se expresan en cánceres, ya sea como una característica de la cromatina alterada, o posiblemente porque proporcionan alguna funcionalidad a los cánceres (los genes HERV-K ENV, por ejemplo, pueden contener secuencias inmunosupresoras). Syncytin-2 es importante para la implantación de embriones, por lo que se lo utiliza de forma crítica.
Lo curioso es que los genes HERV y sus productos no se consideran humanos, aunque están claramente codificados en nuestro genoma y lo han sido durante mucho tiempo. En mi opinión, cualquier cosa presente en grandes porciones de nuestra especie y expresable bajo ciertas condiciones debería ser parte de los atlas genéticos humanos. Por alguna razón, unos pocos cientos de miles de años de adquisición no son suficientes para llamarlos humanos, obviamente.
Retrovirus endógeno – Wikipedia
Contribución de retrovirus endógenos humanos de tipo W al genoma humano: caracterización de inserciones de provirus HERV-W y pseudogenes procesados