Los eritrocitos, también conocidos como “glóbulos rojos”, son responsables de administrar oxígeno a todas las células del cuerpo. Lo logran a través de una biomolécula que contiene hierro conocida como hemoglobina, que coordina un ion de hierro que se une y libera el oxígeno a través de varias reacciones de oxidación-reducción. Tampoco contienen ningún núcleo y carecen de la mayoría de los orgánulos celulares.
Por el contrario, los leucocitos, también conocidos como “glóbulos blancos”, son responsables de la inmunidad. Hay muchos tipos diferentes de leucocitos, aunque se pueden dividir en 5 clases principales:
- Neutrófilos: estos son los tipos más comunes de leucocitos. Responden a la inflamación y engullen las bacterias y liberan enzimas digestivas.
- Basófilo: el tipo menos común, los basófilos liberan histaminas para la reacción inflamatoria como una respuesta inmune a alergias o patógenos.
- Eosinófilos: combate las infecciones parasitarias más grandes, incluidas las infecciones virales, y contribuye a la respuesta alérgica.
- Linfocitos: hay 3 clases de linfocitos, incluidas las células B, que liberan anticuerpos para atraer células T, que participan en la inmunidad adaptativa citotóxica (tóxica para otras células) mediada por células, y las células asesinas naturales, que participan en la inmunidad innata contra células cancerosas y células viralmente comprometidas.
- Monocitos: el mayor de los leucocitos, los monocitos participan en la fagocitosis de manera similar a los neutrófilos; sin embargo, también tienen la capacidad de introducir una porción de un patógeno a los linfocitos de células T con el fin de ayudarlos a adaptarse a futuras infecciones de ese tipo.
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