Las palabras no tienen el poder de lastimarnos. No, a menos que estemos de acuerdo con ellos o los aceptemos. Es la intención de una persona lo que duele. Si alguien tuviera que llamarte “Pipperfrack”, te reirías. La palabra no tiene sentido. Imaginemos que alguien lo llama estúpido, pero usted sabe, sin ninguna duda en absoluto, usted no es estúpido, la palabra lo lastimaría? Si no te importa la persona que lo dijo, no estaría mal. La única forma en que dolería sería si ya tenías alguna duda. Pero, ¿y si alguien a quien amaras dijera que eres estúpido? Eso podría doler, ¿verdad? No es la palabra es la intención.
Las palabras son blancos en la boca de extraños, pero se cargan en la boca de los amigos.