La inmortalidad se puede obtener por varios medios, genética, tecnológica y ambientalmente.
Genéticamente, nuestro ADN determina nuestra edad, no en el programa sino en “telómeros” o colas en nuestro ADN que se contraen después de cada replicación. La longitud de estos determina qué tan viejo es un linaje de hebra particular y qué edad puede vivir el organismo. Eso y el daño y la mutación del ADN acumulados son los que determinan la vida real. Para lograr la inmortalidad, sus genes necesitarían ser inmunes a los errores de transcripción, el daño de la radiación y los productos químicos y ser capaces de replicarse sin un cambio en la longitud de los telómeros. Hay una línea celular llamada HeLa utilizada en medicina, extraída de un paciente con cáncer ( He len La cks) que murió en 1951, que se considera inmortal. Los científicos han podido mantener las células reproduciéndose constantemente sin ningún cambio mensurable en la estructura genética. Esto podría usarse para encontrar un mecanismo por el cual las personas puedan ser tratadas con una terapia de ADN, extendiendo sus vidas indefinidamente.
Tecnológicamente, puede ser posible transferir la conciencia a una construcción mecánica o computadora. Esto podría crear un estado de inmortalidad para un patrón mental individual. Esto tiene el beneficio de permitir transferencias posteriores debido a daños, traumas o avances tecnológicos.
Ambientalmente, hay algunas cosas que uno puede hacer para prolongar la vida. Es bien sabido que mantener un organismo en un estado de casi inanición a lo largo del tiempo alarga la vida útil. Goldfish y gusanos, mantenidos en una dieta muy baja en calorías son capaces de vivir 3 o 4 veces más de lo normal. No existe un consenso real sobre por qué esto es así, pero es un hecho. Si bien esta es siempre una opción para probar en este momento, un estado continuo de inanición evitaría mucha actividad.
Como última nota, somos técnicamente inmortales en cierto modo. Científicamente hablando, somos la culminación de una línea directa de ADN desde la primera cadena capaz de replicarse. Lo que somos ahora no es más que la cadena de replicación ininterrumpida, cambiada de una manera para sobrevivir en un mundo diferente al de cuando comenzó. Cuando tenemos descendencia, continuamos en esa inmortalidad física.