No se ha demostrado de manera concluyente que fumar cause una presión sanguínea crónicamente más alta, pero se ha demostrado que causa presión arterial alta en el tiempo durante e inmediatamente después del acto de fumar, ya que contrae las arterias y puede dañar significativamente los vasos sanguíneos.
Se ha demostrado que los fumadores corren un mayor riesgo de presión arterial elevada y enfermedades cardiovasculares que los no fumadores, pero esto podría deberse a cualquier factor de confusión o factores contribuyentes, como la ingesta de alcohol (a menudo mayor entre los fumadores), hacer menos ejercicio (o ejercicio menos efectivo debido a la reducción de la capacidad pulmonar) que resulta en aumento de peso, etc.