El sistema límbico es una parte fundamental y primitiva de nuestro cerebro. ¡Un solo olor puede devolvernos a un recuerdo vívido que no hemos considerado durante años! Cuando llega ese momento, a menudo es tan inesperado como abrumador.
El sistema límbico es el asiento de las emociones y también es parte de la respuesta de lucha o huida. Podría entrar en un largo tratado técnico sobre cómo funcionan el hipotálamo, el hipocampo y las amígdalas con la glándula pituitaria, la circunvolución cingulada, la circunvolución de fornicado, el tálamo, el cuerpo mamilar, el núcleo accumbens con el bulbo olfatorio, pero sigamos la regla de KISS, ¿o sí?
Un aroma, en forma de moléculas olorosas, se infiltra en el conducto nasal. Viajan a través del epitelio olfativo y están unidos a receptores. Su cerebro determina cuál de los 300 receptores que los humanos disfrutan se ha activado. Los receptores convierten las proteínas en impulsos eléctricos. Estos alcanzan el bulbo olfatorio a través del neural olfatorio y la placa cribiforme. Dependiendo del tipo de impulso, estos se dirigen a varias partes de la corteza olfativa, ya sea en el lóbulo temporal o en el sistema límbico.
Los distintos olores son interpretados por el cerebro como equilibrantes, calmantes, sedantes o estimulantes. A continuación, libera los productos químicos adecuados en su sistema para que “sienta” la sensación adecuada.