Como señala Paul a continuación, la práctica fue iniciada por el rey Leopoldo de Bélgica en el Congo, mucho antes de que los diamantes de sangre se convirtieran en una “cosa”.
Fue un castigo para cualquier nativo que se negó a trabajar, o no trabajó productivamente.
Después de que los belgas se fueron, los señores locales adoptaron la práctica en varios campos.
En Sierra Leona, los rebeldes preguntan “¿mangas cortas o largas?”. La primera resultó en el corte del brazo en el codo y el último en la muñeca.
Sospecho que hubo un par de factores que impulsaron este comportamiento indescriptible. Muchos de los señores supremos estaban ebrios de poder y, a menudo, también estaban drogados. Querían aterrorizar a los nativos para que obedecieran. Querían maximizar la producción para preservar sus propias partes del cuerpo. Y se dejaron llevar por la locura de décadas que siguió al colapso del colonialismo, el ascenso de los dictadores locales y los rebeldes que trataban de derrocar gobiernos oficiales pero discutiblemente ilegítimos.
Es fácil pensar que este es un fenómeno exclusivo de un momento o lugar en particular. Pero el caos saca lo peor de la humanidad: Informe sobre la campaña brutal de Vietnam revuelve recuerdos