Buena pregunta … no hay una respuesta fácil a esto aparte de obtener tanta información sobre el entorno médico y el contexto biopsicosocial como sea posible, y confiar en tus instintos. De acuerdo con la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, en ausencia de indicadores de lo contrario, el dolor debe aceptarse como “lo que el paciente dice que es” (IASP, 1979) porque no tenemos pruebas objetivas confiables, aunque la perfusión cerebral funcional MRI los estudios comienzan a ofrecer la posibilidad de esto.
Otro problema es la ampliamente conocida variación interpersonal en los umbrales del dolor y las respuestas a los fármacos analgésicos (que está genéticamente determinada, y el rápido progreso en la secuenciación de genes ofrece la posibilidad de una terapia individualizada en la próxima década).
La innegable epidemia de narcóticos que amenaza a las comunidades de todo el mundo nos ha mostrado dos cosas: (1) la prescripción de narcóticos para indicaciones médicas reconocidas debe permanecer estrechamente enfocada y controlada con el objetivo declarado de prescribir todo lo necesario durante el tiempo mínimo requerido y no más; pero también (2) el enfoque represivo a la política de drogas ha fracasado y puede ser hora de despenalizar el uso de narcóticos para desplazar a los barones de la droga y asegurar que los narcóticos consumidos por los adictos (y las agujas utilizadas para inyectarlos) estén estandarizados, limpio, proporcionado por el estado y utilizado como parte de un programa de destete claramente definido.
El instinto inevitable de la industria farmacéutica (y farmacéutica) de poner las ganancias antes que la ética debe ser controlado por una regulación poderosa y vigilante, y los políticos deben familiarizarse completamente con esta área compleja donde la medicina, la política sanitaria, la asistencia social, la policía y el que cualquier decisión tomada es informada, presupuestada y coordinada con todas las partes interesadas en lugar de basarse en prejuicios o política partidista estrecha.
Los prescriptores potenciales que se enfrentan con un paciente que pretende tener un gran dolor al que nunca han visto antes tendrán que decidir qué hacer para conocer los graves efectos secundarios y el potencial de abuso de los narcóticos. Sin embargo, la principal directriz de “ante todo, no hacer daño” todavía se aplica, pero dado que la angustia sin alivio es demostrablemente dañina, eso también implica el imperativo de aliviar el dolor siempre que hacerlo sea fácilmente factible. Pero, en última instancia, la relación médico-paciente en el siglo XXI debe basarse tanto en la confianza mutua como en la disposición mutua para asumir la responsabilidad.
Debo agregar que todo lo anterior se aplica a las configuraciones donde el objetivo de la terapia es la cura; Retener o restringir severamente la prescripción de analgesia narcótica en entornos de cuidados paliativos dolorosos es fundamentalmente cruel e indecente, aunque lamentablemente común en todo el mundo.
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