Sip.
Yo era un cinturón amarillo y luchaba con una mujer de cinturón blanco. No recuerdo su nombre exactamente, pero quiero decir algo parecido a ‘Flo’. Tenga en cuenta que esto fue hace 35 años. Bloqueé su patada y lancé una patada trasera, derribándola. Así que fui a ayudarla, extendiendo mi mano.
Alcanzó mi mano y la agarró, pero en lugar de levantarse, se balanceó del suelo y me golpeó con una cruz derecha, rompiéndome la nariz por primera vez (que en los próximos 35 años se convertiría en nueve veces, todas historias interesantes).
Silencio muerto Me estoy sosteniendo la nariz, sentada en mi trasero mientras la sangre se derrama. Entonces mis instructores de combate se desmoronaron. Creo que la audacia absoluta de su movimiento le ganó su respeto. Recuerda que, aunque éramos de baja categoría, aún la superaba. Entonces, la regla en nuestra escuela era simple: el estudiante de mayor rango es responsable de cualquier lesión que pueda sufrir. El razonamiento es porque tienes más entrenamiento, deberías poder minimizar cualquier cosa que un estudiante de rango inferior te arroje.
En la práctica esto no es cierto, pero el genio de esa filosofía era mantener a los estudiantes de alto rango constantemente en guardia cuando entrenan. Después de todo, nunca hubo ningún castigo impuesto en el rango más bajo, por ejemplo, rompiendo la nariz de un estudiante mejor clasificado.
Mi sensei me preguntó por qué bajé la guardia para ayudarla a levantarse.
Contesté, sosteniéndome la nariz, “porque ella es una niña”.
Y mi instructor me preguntó: “¿Cómo está la nariz?”
“Creo que está roto”.
Sonrió y se inclinó, luego dijo: “Y aquí termina la lección”.
Nunca di CUALQUIER preferencia de estudiante debido a su género después de eso. Francamente, dejé de ver el género, la raza, lo que sea. Acabo de ver a cada persona como una variedad de armas que podrían ser utilizadas para mí. Suena loco, pero es una conciencia importante lo que necesitas para ser instintivo.
Además, en nuestra escuela todos tomaron el mismo examen de cinturón, sin importar su edad o sexo. Mi instructor se negó a darle a alguien un rango que no pudiera defender contra otros del mismo rango. Nos inculcó una verdad básica:
Todos son peligrosos, ya sean hombres, mujeres o niños. Nunca asuma que la competencia de alguien para matar se basa en cómo se ven o en qué género / raza se encuentran.
No hace falta decir que nunca volví a bajar la guardia. Fue una lección dolorosa, pero buena para aprender.