En efecto. Aviones de combate, drones, armas nucleares y ametralladoras, todo por cortesía de nuestro poderoso cerebro.
Ningún animal en nuestro planeta puede planificar un futuro incierto de la manera que podamos. Nadie puede discutir con sus camaradas los resultados hipotéticos de lo que todavía no ha sucedido. Y nadie puede representar el conocimiento como arañazos en piedra, hueso, papiro, pizarra o pantalla de computadora.
Solo los humanos tienen esta arma. Solo los humanos tienen esta defensa.
Solo los humanos tienen sintaxis, la más grande de todas las armas y defensas. Solo los humanos pueden distinguir entre “la serpiente me mordió” y “la serpiente podría morderme”. Solo los humanos pueden transmitir un significado complejo a otro ser humano.
Nuestras mentes son la mejor arma jamás desarrollada, y también la mejor defensa. El pensamiento rivaliza con las garras, la piel, la velocidad y el veneno. Todos los demás se acobardan en la sombra de la mente. Nos convertimos en la muerte, los destructores de mundos.