¿El cerebro se deshace de las células del cerebro que están causando miedo?

El miedo es realmente una cosa útil en muchos contextos. Si no temes a situaciones peligrosas, es muy probable que mueras o te lastimes gravemente.

Por ejemplo, al menos deberías temer a un animal salvaje grande. Si sabes que hay un tigre devorador de hombres cerca, debes tomar medidas para evitarlo. El miedo nos permite abandonar lo que estamos haciendo actualmente y tomar las medidas adecuadas.

El miedo es un problema solo cuando es inapropiado o excesivo: este parece ser el caso de trastornos como el trastorno de estrés postraumático (TEPT). Las personas con trastorno de estrés postraumático sienten los síntomas de miedo o ansiedad, incluso cuando no hay nada peligroso en el medio ambiente. Los neurocientíficos y psicólogos aún no entienden la base de tales trastornos.

Para las personas que no padecen trastornos severos, controlar el miedo requiere práctica. Uno necesita aprender gradualmente estrategias cognitivas y conductuales que ayuden a lidiar con el miedo inapropiado o excesivo. Matar a las neuronas involucradas en el miedo desencadenado sería una solución extrema y potencialmente dañina, porque entonces incluso los temores apropiados serían imposibles. El cerebro tiene una mejor solución: inhibir temporalmente las neuronas de una manera dependiente del contexto.

No, el miedo no es una función de células cerebrales selectas (a menos que uno sea muy simplista) y el cerebro no puede, y no puede, eliminarlas. Además, el miedo cumple una función importante en la supervivencia y su falta sería desadaptativa, incluso en la sociedad moderna.

Dicho esto, hay algunas patologías en las que el daño cerebral conduce a la “intrepidez”: una es la enfermedad de Urbach-Wiethe, en la que hay una calcificación bilateral de la amígdala, una estructura subcortical que desempeña un papel importante en el miedo.

Las células cerebrales no causan miedo. Es como está conectado nuestro cerebro que está asociado con una respuesta de miedo. El miedo se desvanece a medida que los desencadenantes para reactivar el patrón se debilitan.