Me gusta a Facebook e Instagram.
La gente se ha vuelto adicta al asunto, todo lo que están dispuestos a hacer para alcanzar la altura de las endorfinas que aporta la falsa sensación de confianza de una autofoto con mucho filtro, nunca deja de sorprenderme.
Se enajena a las personas y, en mi opinión, facilita la soledad incluso cuando estás con amigos. Nadie disfruta más de un momento a menos que sea fotografiado y publicado en línea. Las personas están condicionadas a valorarse a sí mismas y a amarse a sí mismas de acuerdo con lo que les gusta de su selfie. Las personas se corrompen tanto y se convierte en una competencia subconsciente, donde todos tratan de subir el uno al otro publicando fotos y videos que no los representan realísticamente ni a ellos ni a sus vidas.
Es un infierno de droga