La temperatura corporal, que en los humanos tiende a fluctuar solo en un rango estrecho alrededor del valor 98.6 ° F. Cuando la temperatura sube por encima del rango normal, los reflejos correctivos (sudoración, metabolismo reducido, etc.) entran en acción para restaurar el estado estable . La desviación persistente puede iniciar otras acciones (moverse a la sombra, sumergirse en el agua, etc.). Si la temperatura corporal disminuye, se observan otras acciones correctivas.
Muchos estados estables corporales siguen este patrón. El nivel de glucosa en sangre, el pH de la sangre y la presión osmótica son ejemplos. Los conceptos clave son: un estado estable observable que persiste en el tiempo con cambios menores; umbrales por encima y por debajo de este rango normal; una entrada sensorial que informa cambios en el estado estacionario; y mecanismos efectores para restablecer el estado estacionario.
Cuando una desviación va más allá del umbral superior o inferior, la energía se moviliza para restablecer el estado estable a su valor óptimo. Los fisiólogos se han ocupado principalmente de los reflejos provocados por tales desviaciones, pero los psicólogos han enfatizado las acciones homeostáticas que se observan en el comportamiento aprendido. El hombre ejercerá una energía considerable para proteger estados óptimos. Puede tomar medidas de restauración (encender un fuego cuando está frío) o prevenir la acción (moverse hacia el sur antes de que llegue el invierno). El simple nivel de reflejo y la compleja respuesta aprendida a la perturbación homeostática a menudo se etiquetan de manera diferente: Stagner y Karwoski (1952) llamaron a la primera “homeostasis estática” y la segunda “homeostasis dinámica”; Cofer y Appley (1964) utilizaron los términos “homeostasis fisiológica” y “homeostasis del comportamiento”.