Todo se trata de la sensación y un adicto hará cualquier cosa para obtener esa sensación. Harán esto ya que la alternativa de estar en un estado normal representa un tipo de dolor para ellos.
Además, a medida que se vuelven adictos, su cerebro y su cuerpo han experimentado una transformación en un nivel biológico fundamental por el cual su sistema prioriza la droga sobre cualquier otra necesidad y necesidad biológica y psicológica.
Esto significa que en un nivel físico el adicto siente que su droga preferida es más importante que la comida, el sexo, la ambición, la seguridad, las relaciones, las amenazas a la salud y cualquier otra cosa que la gente considere importante en sus vidas. En efecto, se han dado una enfermedad, la enfermedad de la drogadicción.
Así que básicamente sienten que sin su droga de elección su mundo llegaría a su fin en el sentido de que no podrían funcionar literalmente sin él. Esto es particularmente más así con las drogas más duras como la anfetamina, la cocaína y la heroína.
Las personas adictas a estas drogas se vuelven tan dependientes de su droga que la droga dicta su vida entera. Los adictos llegan a sentir esto en un nivel equivalente a la sensación de hambre que obliga a las personas a comer.
Así que mientras pueden dar un paso atrás y lógicamente ver que la droga ha causado graves consecuencias negativas en sus vidas y en otros parece que no pueden detenerse porque SIENTEN impotentes para detenerse en eso en un nivel muy primario, especialmente una vez adicto, su comportamiento es impulsado por impulsos biológicos y físicos.
La mejor manera de entenderlo es como los fuertes dolores de hambre que impulsan a un dieter desesperado a disfrutar de ese pastel que no deberían comer a pesar de saber que no está haciendo bien su salud. El que hace dieta puede ver las consecuencias negativas de caer en ese pastel, pero el impulso biológico del hambre anula lo que la mente puede ver como perjudicial. Entonces, básicamente, sus impulsos biológicos superan la lógica y el sentido común.
Los sentimientos e impulsos son catalizadores poderosos y, a veces, sin importar cuán malas sean las consecuencias de que uno se sienta obligado a hacer algo que generalmente cede a ese sentimiento. En el caso de las drogas, estos impulsos y sentimientos son tan fuertes que se necesita una gran cantidad de fuerza de voluntad, determinación y resolución para anularlos y no ceder ante ellos. El hecho de que los adictos se autodestruyan de la manera en que lo hacen es un testimonio del fuerte poder que las drogas pueden tener sobre un adicto.