Las “potencias de la célula”, así es como muchas personas conocen las mitocondrias. Las partes de las células que convierten los azúcares, las grasas y las proteínas que comemos en formas de energía química que el cuerpo puede usar para seguir viviendo.
Todos los seres vivos están hechos de células: pequeños compartimentos contenidos por una membrana. Las células son las cosas más pequeñas que pueden reproducirse a sí mismas. Cuando miramos dentro de las células, vemos que tienen compartimentos secundarios que son aún más pequeños, conocidos como “orgánulos” que realizan diferentes funciones que son esenciales para que la célula viva.
Las mitocondrias son organelos que se encuentran en las células de todos los organismos complejos. Producen alrededor del 90% de la energía química que las células necesitan para sobrevivir. Sin energía; ¡no hay vida! Por lo tanto, es fácil ver por qué cuando las mitocondrias salen mal, el resultado es una enfermedad grave y por eso es importante que comprendamos cómo funcionan las mitocondrias.
Sin embargo, las mitocondrias hacen mucho más que solo producir energía. También producen productos químicos que su cuerpo necesita para otros fines, descomponen productos de desecho para que sean menos nocivos y reciclan algunos de esos productos de desecho para ahorrar energía.
Las mitocondrias también tienen un papel especial en la fabricación de células mueren (apoptosis). Esto puede sonar extraño, pero es vital para los procesos de crecimiento y desarrollo. A veces las células no mueren cuando deberían, y comienzan a crecer de forma descontrolada. Así es como un tumor comienza a crecer, por lo que no debe sorprenderse de que las mitocondrias desempeñen un papel importante en el cáncer y se consideren objetivos de las drogas contra el cáncer.
Para producir toda esa energía, las mitocondrias requieren oxígeno. Las mitocondrias efectivamente queman los alimentos de una manera cuidadosamente controlada para producir esa energía química mediante un proceso llamado “fosforilación oxidativa”. Y así como un fuego se apaga sin oxígeno, si las mitocondrias carecen de oxígeno, también dejan de funcionar => Sin energía; ¡No hay vida!
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Durante un ataque cardíaco o un derrame cerebral, la sangre deja de administrar oxígeno al corazón y al cerebro. Estos dos órganos hacen mucho trabajo y necesitan mucha energía. Sin oxígeno, las mitocondrias dejan de funcionar y las células del cerebro o el corazón se dañan o incluso mueren. Perversamente, si el oxígeno regresa, las mitocondrias se ven abrumadas y producen muchos “radicales libres”. Estos son químicos muy reactivos que causan mucho daño adicional, llamado “lesión por reperfusión”.